Manifiesto sobre cómo morir decentemente
A modo de introito, y con el afán de iniciar al nuevo lector en el arte del decente morir, es imprescindible partir del concepto básico en el cual se cimienta el presente desarrollo, a saber: todos nos vamos a morir. Como corolario de la certeza anterior, y destacando la importancia del siguiente argumento, existen infinitas circunstancias en las que un ser humano, un ser vivo en general, se puede encontrar cuando enfrenta el final de sus días en este mundo. Un hombre mayor puede morir atropellado por un colectivo de la línea 166 mientras se distrae mirando a una joven con pechos exuberantes. Un joven puede fenecer en un accidente de tránsito, cuando un colectivo de la línea 57 no frena en la esquina de Santa Fe y Juan B. Justo porque el colectivero se distrae viendo a la misma joven. Otro hombre puede morir porque se asfixia al aspirar su propio vómito y otro porque su cerebro no quiso más.
De las infinitas combinaciones de circunstancias que pueden llevar a un ser humano a finalizar su vida, la que más admiro, la más elegante y la que nos ocupa en el siguiente manifiesto es el suicidio.
Existen diversas razones por las cuales el argumento expuesto es inexpugnable. No siendo el objetivo del presente el convencimiento del lector sobre lo placentero de cualquier homicidio en el que uno es la víctima, sino un resumen de las ventajas que esta práctica da sobre la decencia al morir:
1- Despojándose de cualquier hecho fortuito u azaroso, la decisión recae pura y exclusivamente sobre el portador de la vida. Un argumento irrevocable, que devuelve al ser humano la posibilidad de elección. Siendo el nacimiento un hecho sobre el que el portador de la vida no tiene injerencia, el fin del martirio puede suscitarse bajo los acontecimientos que el hombre libre decida. Por eso, no dejemos que hechos fortuitos o acciones ajenas decidan por nosotros.
2- Lo anteriormente expuesto determina que el hombre libre es inmortal hasta que decida morir. El presente Manifiesto no está en contra de la Vida, sino todo lo contrario. El hecho de decidir lo que de todas formas ocurrirá le otorga al ser humano beneficios como los anteriores, es decir, la Inmortalidad.
3- El hombre libre que muere decentemente decide el escenario en el que finalizará su estadía en el mundo. El hombre introvertido puede elegir la bañera de su casa, con un baño de sales, la mujer que gusta de la buena comida puede terminar sus días envenenada y el joven que siempre quiso volar puede dejarse caer desde las alturas. Del hecho de elegir el escenario de la muerte se desprenden dos ventajas aparentes. Por un lado el goce de la situación imaginada. Por otro, el evitar contextos desagradables y vulgares, como la sala de un hospital y la cocina de nuestra casa.
4- El momento cronológico de la muerte incide de manera determinante sobre la decencia del susodicho, comparemos sino las vidas (no necesariamente el talento) de Kurt Cobain y Charly García. ¿Qué hubiese sido de la decencia del segundo si hubiese tenido la gratitud de quitarse la vida hace veinte años?
5- A modo de refuerzo de las ideas anteriores, supongamos una muerte por la mordedura de un Bulldog, terminar nuestros días porque nuestras arterias se encuentran totalmente rellenas de triglicéridos o acabar en un hospital sin reconocer a nuestros seres queridos. Eso es barbarie, eso es indecencia.
Por eso, y en apoyo a este Manifiesto, he decidido que mañana voy a morir.
De las infinitas combinaciones de circunstancias que pueden llevar a un ser humano a finalizar su vida, la que más admiro, la más elegante y la que nos ocupa en el siguiente manifiesto es el suicidio.
Existen diversas razones por las cuales el argumento expuesto es inexpugnable. No siendo el objetivo del presente el convencimiento del lector sobre lo placentero de cualquier homicidio en el que uno es la víctima, sino un resumen de las ventajas que esta práctica da sobre la decencia al morir:
1- Despojándose de cualquier hecho fortuito u azaroso, la decisión recae pura y exclusivamente sobre el portador de la vida. Un argumento irrevocable, que devuelve al ser humano la posibilidad de elección. Siendo el nacimiento un hecho sobre el que el portador de la vida no tiene injerencia, el fin del martirio puede suscitarse bajo los acontecimientos que el hombre libre decida. Por eso, no dejemos que hechos fortuitos o acciones ajenas decidan por nosotros.
2- Lo anteriormente expuesto determina que el hombre libre es inmortal hasta que decida morir. El presente Manifiesto no está en contra de la Vida, sino todo lo contrario. El hecho de decidir lo que de todas formas ocurrirá le otorga al ser humano beneficios como los anteriores, es decir, la Inmortalidad.
3- El hombre libre que muere decentemente decide el escenario en el que finalizará su estadía en el mundo. El hombre introvertido puede elegir la bañera de su casa, con un baño de sales, la mujer que gusta de la buena comida puede terminar sus días envenenada y el joven que siempre quiso volar puede dejarse caer desde las alturas. Del hecho de elegir el escenario de la muerte se desprenden dos ventajas aparentes. Por un lado el goce de la situación imaginada. Por otro, el evitar contextos desagradables y vulgares, como la sala de un hospital y la cocina de nuestra casa.
4- El momento cronológico de la muerte incide de manera determinante sobre la decencia del susodicho, comparemos sino las vidas (no necesariamente el talento) de Kurt Cobain y Charly García. ¿Qué hubiese sido de la decencia del segundo si hubiese tenido la gratitud de quitarse la vida hace veinte años?
5- A modo de refuerzo de las ideas anteriores, supongamos una muerte por la mordedura de un Bulldog, terminar nuestros días porque nuestras arterias se encuentran totalmente rellenas de triglicéridos o acabar en un hospital sin reconocer a nuestros seres queridos. Eso es barbarie, eso es indecencia.
Por eso, y en apoyo a este Manifiesto, he decidido que mañana voy a morir.


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