Debut
“No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad de camino” Decálogo del perfecto cuentista, punto IX, Horacio Quiroga.
Lejos estoy de lograr la prosa de uno de los mejores escritores sudamericanos, pero bueno, servirá uno de sus consejos como introducción para mi vuelta a las letras.
Cuando frecuenté la lectura de cuentos de HQ (Cuentos de amor, de locura y de muerte, Cuentos de la selva, Más allá, etc.) no me fascinaron en un principio. Influenciado por otras lecturas que frecuentaba, el decálogo mencionado (que estaba integrado al prólogo de mi edición de Cuentos de amor, de locura…) me pareció falto de estilo y poco rebuscado. Con el tiempo, tuve la posibilidad de “releer” estos cuentos mediante el paralaje que me dieron las obras de Chejov, Dostoievsky, Kipling… No es raro que estos sean favoritos de HQ y que además nunca haya releído sus textos, sino que los revaloricé.
A partir de las pocas palabras que tuve oportunidad de escribir en estos tiempos, me di cuenta de la importancia de lo que uno está leyendo en el estilo con que no sólo escribe, sino compone sus ideas en la cabeza. En mis primeros intentos de escritura estaba muy influenciado por cuentos cortos de escritores argentinos. Es por eso que las ideas se me generaban, por supuesto, en forma de cuentos cortos.
Lo que siento ahora es que, una vez más, la forma de escribir remite a los textos que estoy frecuentando en los últimos tiempos. Por un lado, el haber leído muchos textos técnicos me limaron mucha de mi posible apertura en la escritura. El hecho de tener que ser objetivo y conciso atenta claramente contra la necesidad de explayarse en la conformación de una idea. Por otro lado, considero que el haber visitado algunos blogs asiduamente, me permitió intentar una escritura menos agresiva y más amena. Finalmente, la escasa importancia que le doy a hilar entre temas me la copié recientemente de Zizek (el mismo decálogo de HQ me lo permite).
Preguntándome sobre la razón de tanto tiempo sin escribir, aún sabiendo que me hace bien hacerlo, la respuesta creo tenerla. Se que no voy a crear una gran obra, y esto me da una inercia a arriesgarme a hacer algo que probablemente no esté bueno. Se me viene a la mente el caso de El otro yo, que justifica toda su obra, desde mi punto de vista, con el disco “Abrecaminos”; es como un oasis de muy buenas ideas dentro de una obra de mucho menor calibre. Es justamente este caso el que me permite lanzarme hacia el abismo y arriesgarme con tal de que una diminuta idea germine. Jaromir Hladík, el protagonista de “El milagro secreto” pudo justificarse con el drama “Los enemigos”, y el tiempo para ello le fue otorgado. Yo, que estoy al pedo, voy a dedicar parte de mi tiempo a encontrar esa idea que me redima.
Más importante que eso es tener la suerte de revivir la emoción de tener un canal abierto donde puedan fluir mis pensamientos como cuando pequeño.
A partir de las pocas palabras que tuve oportunidad de escribir en estos tiempos, me di cuenta de la importancia de lo que uno está leyendo en el estilo con que no sólo escribe, sino compone sus ideas en la cabeza. En mis primeros intentos de escritura estaba muy influenciado por cuentos cortos de escritores argentinos. Es por eso que las ideas se me generaban, por supuesto, en forma de cuentos cortos.
Lo que siento ahora es que, una vez más, la forma de escribir remite a los textos que estoy frecuentando en los últimos tiempos. Por un lado, el haber leído muchos textos técnicos me limaron mucha de mi posible apertura en la escritura. El hecho de tener que ser objetivo y conciso atenta claramente contra la necesidad de explayarse en la conformación de una idea. Por otro lado, considero que el haber visitado algunos blogs asiduamente, me permitió intentar una escritura menos agresiva y más amena. Finalmente, la escasa importancia que le doy a hilar entre temas me la copié recientemente de Zizek (el mismo decálogo de HQ me lo permite).
Preguntándome sobre la razón de tanto tiempo sin escribir, aún sabiendo que me hace bien hacerlo, la respuesta creo tenerla. Se que no voy a crear una gran obra, y esto me da una inercia a arriesgarme a hacer algo que probablemente no esté bueno. Se me viene a la mente el caso de El otro yo, que justifica toda su obra, desde mi punto de vista, con el disco “Abrecaminos”; es como un oasis de muy buenas ideas dentro de una obra de mucho menor calibre. Es justamente este caso el que me permite lanzarme hacia el abismo y arriesgarme con tal de que una diminuta idea germine. Jaromir Hladík, el protagonista de “El milagro secreto” pudo justificarse con el drama “Los enemigos”, y el tiempo para ello le fue otorgado. Yo, que estoy al pedo, voy a dedicar parte de mi tiempo a encontrar esa idea que me redima.
Más importante que eso es tener la suerte de revivir la emoción de tener un canal abierto donde puedan fluir mis pensamientos como cuando pequeño.


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